martes, 16 de octubre de 2007

Yo no lo necesito

La creatividad erótica no es precisamente uno de los puntos fuertes de la Sociedad Occidental de principios del siglo XXI. La mayoría de las personas adolecen de una visión demasiado simplista cuya consecuencia es una sexualidad orientada al coito. Esta técnica viene a ser lo que en tiempos fue la “postura del misionero”. Si a finales del siglo XIX los “civilizadores occidentales” coaccionaban a los nativos para que adoptaran posturas “decentes” a la hora de tener relaciones con sus esposas, ahora la mayoría de manuales de sexualidad, si bien no amenazan con grandes castigos en los infiernos, si dan una excesivo protagonismo al coito y sus posturas. Pero el coito es un aspecto más del Erotismo, una técnica entre muchas otras. Si reducimos todo a un acto más o menos gimnástico, donde lo único importante es conseguir una determinada postura y batir un record de tiempo, no es de extrañar que tras los primeros momentos de excitación por la novedad, las relaciones eróticas se vuelvan rutinarias e incluso aburridas. Muchas personas caen en esta rutina y buscan una explicación. El discurso actual sobre las relaciones sexuales no ayuda mucho, según este la rutina es un síntoma de mal funcionamiento en la pareja o, peor aún, una prueba de que la relación de pareja puede estar llegando a su fin. Hemos sobrevalorado la pasión. En nuestra concepción del Erotismo y también del amor, es un elemento clave, imprescindible. No reponemos en que la pasión es un sentimiento irracional, una obsesión cuyo objeto puede ser la mujer amada, el fútbol o el desarrollo de un nuevo prototipo de avión. El problema no está en valorar la pasión como un elemento del intercambio erótico, sino en considerarla como factor determinante y definitorio. Si no hay pasión no hay Erotismo, ni tampoco amor. Pero la pasión es pasajera, tarde o temprano esos intensos sentimientos se transforman en tranquila afectividad. Algo del todo necesario y conveniente, porqué no podríamos aguantar en ese estado toda la vida. Al desaparecer la pasión se establece la rutina. Cae nuestro velo de ignorancia y nuestra concepción del Erotismo queda desnuda los ojos. Lo anteriormente mágico se muestra ahora mecánico y aburrido. Esto se vive como gran ansiedad. Se inicia entonces la busca remedios contra un supuesto “trastorno del deseo inhibido”, se recurre a la viagra y o se compra algún tipo de afrodisíaco. Pero el problema continúa porqué la causa no era física.Cuando uno, en su absoluta candidez, se atreve a sugerir que quizá si introdujeran algo de juego sus relaciones mejorarían, normalmente recibe como respuesta: Yo no necesito esas cosas o antes no necesitábamos recurrir a eso. Claro, antes se encontraban obnubilados por la pasión. No necesitaban comunicarse, todo ocurría como en teoría debía ocurrir y punto.
Por esta razón, cuando se les recomienda el juego se sienten amenazados. El juego requiere de comunicación. Hasta un niño pequeño se da cuenta de que es imposible jugar con otros niños si no se ponen de acuerdo en las reglas. Pero nuestro ideal de relación nos inclina a pensar que podemos prescindir de este “pequeño detalle”. Si la relación es auténtica el instinto o la Naturaleza nos guiará de forma mágica hacia el placer, no necesitamos ponernos de acuerdo. Este ideal está detrás de muchas frustraciones en materia erótica porque bloquea la imaginación y la fantasía. Muchas personas esperan que su pareja los satisfaga sin ni tan siquiera comunicarle sus gustos y preferencias. Es como ir a un restaurante, no decir nada y luego cabrearse porqué el camarero nos ha servido pescado, cuando a nosotros no nos gusta el pescado. Nadie en sus cabales puede pretender que su pareja adivine por si sola si le gusta el marisco o si prefiere la carne. Simplemente se lo comunica y punto, ni se la pasa por la cabeza la existencia de algún “instinto gastronómico” que pueda indicarle cuales son sus gustos. Tampoco la mirará como un monstruo degenerado si un día le pone más perejil al conejo o si prueba una receta nueva.Es más, si algo se promociona desde todos los ámbitos de la sociedad es la experimentación en la cocina. Abundan los programas donde se enseñan técnicas, se dan sugerencias y se educa el gusto. Nadie habla de dejar libre el instinto o de una forma “natural” de ingerir los alimentos. Bueno, algunos plastas si nos dan la vara con eso, pero incluso ellos han elaborado formas refinadas de cocer o de cortar los ingredientes. El Erotismo ha sido vilipendiado durante siglos. Hace no menos de 200 años se llegó a creer que únicamente los hombres y las mujeres enfermas eran capaces de disfrutar de él. No es de extrañar que no hayamos desarrollado una cultura sobre este particular.
Quizá si necesitemos cambiar nuestra mentalidad, comenzar poner a la pasión en su lugar y tener una visión más lúdica del Erotismo. En una palabra: Empezar a cocinar nuestros intercambios eróticos.