miércoles, 23 de enero de 2008

Diabetes erótica

La sexología actual ha apostado por un modelo de relaciones basado en la ternura, la delicadeza, la igualdad en el trato y lo políticamente correcto. Según este paradigma el resto de actitudes son en alguna medida problemáticas. Algunas se consideran perjudiciales para el equilibrio mental, otras degradantes para la dignidad y en algunos casos peligrosas.
El Erotismo, tal como lo entiende esta tendencia dominante, se ve limitado por la incorporación de una moralina aparentemente progresista. Influenciado por los movimientos feministas de la diferencia, acepta la existencia de dos sexualidades distintas: Una femenina y otra masculina. La primera es tierna, nutricia, delicada, generosa y afectivamente comprometida. La segunda es agresiva, obscena, morbosa y potencialmente maltratadota.
La única forma de conseguir una sexualidad mínimamente civilizada consiste en “feminizar” a los hombres. Es decir: Promocionar los valores supuestamente femeninos y educar a la población en ellos, para conseguir la justicia y la igualdad.
No hace falta ser un experto para reconocer que la sexualidad occidental ha oprimido a las mujeres colocándolas en una posición subalterna, al servicio del placer masculino. Para lograrlo, el proceso educativo ha potenciado algunas actitudes y ha bloqueado otras. Esa sexualidad femenina que tanto se ensalza tiene mucho de sumisión al hombre. Es, en algunos aspectos, una sexualidad de la esclava.
Como no estamos en una época precisamente emancipadora, en lugar de promover una sexualidad más libre en las mujeres, se promociona la renuncia de los hombres. Una falsa renuncia, porque no se ha dado ningún proceso histórico en el cual los dominadores han abrazado el papel de dominados voluntaria y espontáneamente.
Se trata, por lo tanto, de una estrategia simplista cuyas consecuencias se están notando ya. Muchos hombres y también muchas mujeres cuya forma de divertirse en la cama no corresponde con este modelo, se siente mal. Piensan que tienen un problema porqué no les gusta recrearse en el tacto delicado de la piel del otro y prefieren directamente “meter mano”. O Porque les gusta decir obscenidades a su pareja. O porque en lugar de mimos y tiernas caricias prefieren recibir ordenes y ser sumisos, o sumisas.
El Erotismo como la gastronomía tiene diferentes sabores. Puede ser dulce como un pastel de nata, sabroso como entrecot de ternera o amargo como un café. Y, como ocurre con la comida, nuestro gusto puede variar según las circunstancias, el estado de ánimo o simplemente por romper una rutina.
Nadie debería sentirse mal por preferir ser atado, por preferir el “aquí te pillo aquí te mato” o por disfrutar viendo contoneos obscenos. Si estas preferencias son fruto de la libre elección y han sido coaccionados, nadie tiene derecho a considerarlas inapropiadas. El único límite está en el respeto y la voluntad. El Erotismo es un juego y las reglas las ponen los participantes.
Pero los santones de la sexología parecen haber decido convertir el sexo en una gran pastelería. Ternura, delicadeza, falso igualitarismo, compromiso afectivo, aceite de masaje y velas, muchas velas. Esta es la receta universal para conseguir una sexualidad equilibrada y unas relaciones de pareja duraderas y satisfactorias. De tanto azúcar van a convertirnos a todos en diabéticos eróticos.
Si alguien está interesado en ver alternativas al modelo normativo de relaciones eróticas, recomiendo el libro de Valerie Tasso: El otro lado del sexo.

Tasso, Valerie. El otro lado del sexo. Plaza y Janés. Barcelona 2007