viernes, 28 de agosto de 2009

Buffet libre


La obsesión heterosexual por la cópula es algo sorprendente desde la visión lúdica de la Erotismo. Es como si una determinada cultura culinaria incluyera siempre en sus platos la carne de ternera. Todos la miraríamos con extrañeza y sería criticada por monótona e insaludable.
Basta con ver las escenas eróticas de las películas, todas son iguales. Tras un leve forcejeo con la ropa, uno de los dos (normalmente el varón) se abalanza sobre el otro para introducir o dejarse introducir la cosilla. Para finalizar unos breves espasmos algún gemido y un grito más o menos sonoro. Con estos ejemplos no es de extrañar que se haya instalado en nuestra sociedad la manía por la penetración.
Este comportamiento no pasaría de pura anécdota sino fuera por el malestar que genera. Muchas personas intentan imitar el modelo y lo colocan como objetivo de cada encuentro erótico. Hasta el punto de no considerar sexo a los intercambios eróticos donde no está presente.
Muchas personas creen tener problemas por llegar al orgasmo demasiado pronto, por llegar demasiado tarde o simplemente por no llegar. Personas que, por otro lado, disfrutan con normalidad de una felación o de un cunilingus. Pero ellas, empeñados en cumplir con el estándar sienten afectada su masculinidad o su feminidad.
Sin embargo gays y lesbianas tienen una Erotismo diferente. Contra la opinión general, la penetración (en el caso de las lesbianas obviamente con un dildo) no es la técnica dominante. Prefieren otras cosas, más variedad y más experimentación. Tienen, en general, una sexualidad más rica.
Los heteros deberíamos aprender de ellos y dejar de obsesionarnos por el mete- saca. Disfrutaremos mucho si colocamos la cópula en su lugar. Sin dejar de practicarla, por supuesto, pero dándole una importancia similar a las otras técnicas.
Muchas parejas encontrarían una nueva vía para enriquecer su vida íntima si siguieran este consejo. Introducir variedad no consiste en probar las diferentes posturas del Kamasutra, sino incorporar técnicas diferentes e incluso crear nuevas.
No existe ninguna ley de la Naturaleza por la cual debemos copular en cada encuentro erótico. Es una pauta cultural residuo de nuestro anterior paradigma según el cual toda relación erótica debe tener como objetivo único la reproducción. Por lo tanto toda práctica no reproductiva era considerada como una perversión.
Pero esos tiempos pasaron ya a la Historia. Aunque queda mucho trabajo por hacer, tanto el sexo oral como el manual han perdido su descrédito y están al alcance de todos. Hemos pasado, por así decirlo, de una dieta monotemática a una de variada. Somos como el cliente que llega a un bufete libre, tenemos delante de nosotros varios platos, todos nuevos, sería una lástima elegir el de toda la vida.

lunes, 17 de agosto de 2009

Mikael Blomkvist

Hace ya un tiempo que voy oyendo tanto en los debates televisivos como en tertulias de café que el detective protagonista de Millenium es el modelo del nuevo hombre.
He de confesar mi total acuerdo con algunas de las virtudes del personaje. Es una persona concienciada socialmente, de trato igualitario con las mujeres tanto en la pareja como en el trabajo, capaz de asumir el liderazgo pero también de renunciar a él si es necesario pasarlo a otra persona.
Sin embargo hay algo que me tiene mosca. Es tremendamente pasivo en lo referente a relaciones eróticas. Confieso que únicamente he leído la primera de las novelas y a lo mejor estoy equivocado. Pero en esta primera entrega no toma, en ningún momento, la iniciativa. Ni siquiera con su “novia” habitual.
Es curioso, además, observar cómo algunas mujeres vinculadas al movimiento feminista destacan esta actitud como una cualidad. Me temo que es una consecuencia de una de las corrientes del Feminismo, concretamente el llamado “de la diferencia” según la cual la sexualidad masculina es siempre agresiva (en su posición más extrema dice que cualquier relación heterosexual es en si misma un violación).
Quizá sólo sea un rasgo de su carácter. Y hasta considero positivo que un personaje con esta característica pueda protagonizar una novela de acción. Hasta ahora todos los héroes eran siempre seductores redomados. Y el caso es que al periodista le va bastante bien con su actitud, no se acuesta con tres mujeres sólo en la primera parte.
Mi pregunta es: ¿Le hubiera ido igual de bien si en lugar de llamarse Mikel Blomkvist se hubiera llamado Miguel López o Jovanni Marrone? Me temo que no. En el Norte de Europa las mujeres tienen muy claro su derecho a tomar la iniciativa y la toman sin ningún temor a su reputación. En la Europa Mediterránea el papel de la mujer es aún muy pasivo y el temor a quedar como una más fuerte que sus ganas de tener un “afair”.
Conclusión: Aquí en Barcelona los Mikel Blomkvist o bien tienen la suerte de encontrar la excepción que confirma la regla o se quedan a dos velas condenados al onanismo perpetuo.
En mi modesta opinión ni el modelo de hombre siempre dispuesto ni el pasivo siempre a la espera son correctos. Debería depender del carácter de la persona y no del sexo. Pero aquí, en el Sur los papeles están aún muy marcados por el esteriotipo. Y es una lástima, porque con esta actitud tan pasiva las mujeres pierden la oportunidad de conocer personas igualmente válidas y tan buenas en la cama como cualquier chulifresco. Y a veces mejores.