Un objetivo para nada relacionado con la consideración hacia el sexo femenino. Todo lo contrario. Si dicho texto tenía en cuenta el placer femenino era gracias a una superstición según la cual las mujeres insatisfechas parían hijas y, claro, el príncipe o el maharajá necesitaban descendencia.
Llegó este libro a Occidente por obra y gracia del Sir Richard Burton, traductor también de “Las mil y una noches”. La edición de 1883 fue una bocanada de aire fresco en el fétido ambiente antisexual de la Inglaterra victoriana. Pero no tuvo una gran difusión entre el gran público, ignorante a cualquier innovación erótica que superara la famosa postura “del misionero”.
Fue durante los sesenta, con la revolución sexual y el deslumbramiento místico con la Cultura Oriental, cuando empezaron a venderse millones de ejemplares.
El Kamasutra es algo más que una lista de posturas coitales, enseña muchas técnicas y trucos, es en este sentido, un manual de disfrute erótico, muy coitocéntrico, pero útil para ampliar horizontes de la sensualidad.
Sin embargo, la comercialización que todo lo banaliza, ha reducido este libro en una simple lista de ilustraciones de parejas copulando en posturas diferentes. Posturas cada una más acrobática que la anterior y muchas veces imposibles de realizar si uno no es un contorsionista circense con años de entrenamiento.
A finales de los ochenta, cuando en teoría ya todo el mundo estaba liberado, aparecieron versiones simplificadas y distorsionadas del libro. Hasta El Jueves (revista humorística española) editó un entrañable cómic posturológico. Muy divertido, por cierto. Nacieron entonces los kamakutras.
Un kamakutra se caracteriza por ser un libro caro, editado en tapa dura, con muchas fotos y poco texto. El título acostumbra a ser kamasutra más algún adjetivo. Por ejemplo: Kamasutra español, Kamasutra moderno , Kamasutra ilustrado, Kamasutra definitivo, etc. existe incluso un hamakasutra, de origen azteca, dicen sus autores, adaptado a las típicas hamacas de los indios americanos.
La falta de imaginación y a veces de conocimientos de los autores obliga a recurrir a la editorial a imágenes explicitas. Ya se sabe: Gente follando vende. Los protagonistas de suelen ser parejas de macizorros de belleza cercana a top models, de rezas diferentes si se trata de un libro de origen norteamericano (por lo del políticamente correcto). Son modelos y simulan, atención, simulan las posturas. Algunas de ellas ya son un reto gimnástico cuando ambos están quietos, imaginaos si encima tuvieran que moverse.
He aquí algunos ejemplos.
Viendo estas imágenes (esta última es especialmente espectacular) le vienen a uno a la cabeza ideas conspirativas. Quizá un contubernio de fisioterapeutas codiciosos está detrás de la difusión de este tipo de libros. Porque más de una persona – y más de dos – terminarán en la consulta con lumbalgias, cerrvialgias o cosas peores si intentan imitar estas posturas.
Cuando los profesionales de la sexología hablan de variar, de ser creativos, de usar la imaginación, no se refieren a follar en posturas difíciles. No se trata de seguir un libro de estos como si de un manual de Yoga se tratara. Entre otras cosas porque las posturas del Yoga son fruto de miles de años de sabiduría y han sido probadas por millones de personas con un resultado muy satisfactorio. Estas posturas son fruto, muchas veces, de la imaginación calenturienta – y limitada, muy limitada – de los autores. Cuyos cuerpos, seguramente, no resistirían ni la sesión fotográfica.
Huid de estos manuales ilustrados. El mercado está lleno de buenos libros con información, explicados de forma amena, cuyo efecto sobre la fantasía es francamente notable. Con los kamacutras no vais a mejorar vuestra vida erótica y es muy probable que terminéis en la consulta del traumatólogo.
Nota importantísima: No entran en esta categoría los kamasutras de Alicia Gallotti. Son la excepción que confirma la regla porque están llenos de ideas, trucos y consejos muy útiles y enriquecedores.