viernes, 11 de junio de 2010

La Ninfómana

Este viernes 04 de Junio se emitió un mini reportaje sobre el estreno de la película “Sexo en Nueva York 2”. Los promotores tuvieron a bien hacer algo más o menos original: Elaborar un coctel inspirado en cada una de las protagonistas.


La cosa no pasaría de ser el típico publireportaje encubierto de noticia, si la presentadora no hubiera hecho un comentario propio de una forma de pensar que aún perdura. Era a propósito del coctel dedicado a Samantha, una “explosión de los sentidos”. Entonces la susodicha expuso: “Lamentablemente nuestros espectadores saben que la Samanta es ninfómana”. Solamente la intervención de Sergi Tapias le quitó hierro al asunto aludiendo que donde estaba el problema.

La ninfomanía es el nombre que define la adicción al sexo cuando la protagonista es una mujer. Se trata de una palabra periclitada porque desde su origen fue empleada para reprimir el comportamiento erótico de las mujeres. Porque lo que se consideraba – y se considera como vemos- ninfomanía en los hombres ser veía – y se ve- normal.

Samantha no es una ninfómana, tiene una vida erótica mucho más activa que mayoría de mujeres, pero esto no le supone ningún problema. Su vida profesional y su vida personal, en buena medida, exitosa.

Quizá esta encarnizada reacción – fina pero encarnizada – sea consecuencia de presentar este comportamiento como normal. Si a la activa vida erótica de Samanta se le hubiera añadido algún drama, algún SIDA, alguna depresión por no ser madre, algún despecho hiriente o incluso alguna violación, el personaje hubiera sido mejor valorado.

El “parejismo”, religión mayoritaria en nuestros días, necesita también de Magdalenas arrepentidas o de almas condenadas al sufrimiento en soledad. Sirven de ejemplo para aquellos – sobre todo para aquellas – que se atreven a transgredir el sagrado mandamiento que reza así: “Tendrás pareja cueste lo que cueste. Y, a partir de una edad, si no la tienen, con quien sea”.